Por enésima vez, La Luz del Mundo volvió a dar muestras de su poder de convocatoria y de su firme transitar por el sendero del crecimiento.
EN MEMORIA DE CRISTO
Por Armando Maya Castro: EN MEMORIA DE CRISTO
Por enésima vez, La Luz del Mundo volvió a dar muestras de su poder de convocatoria y de su firme transitar por el sendero del crecimiento.
El pasado 7 de mayo, la Iglesia con presencia en 60 países del mundo, reunió a cientos de miles de fieles en 26 países de cuatro continentes, siendo 40 el total de sedes en las que se llevó a cabo la celebración de la Santa Cena, instituida por Jesucristo en memoria de su sacrificio redentor.
Conviene destacar que en todas y cada una de las sedes del evento, la Iglesia hizo una proclamación pública de sus valores, y demostró ante propios y extraños su inquebrantable unidad.
En esta ocasión, la celebración se llevó a cabo en decenas de ciudades de Europa, África, Asia y América Latina. En Centro y Sudamérica se situaron las sedes a las que más personas asistieron, aunque es justo señalar que la concurrencia de delegados a las demás sedes fue también significativa.
Pero más allá de las cifras generales, lo importante es que la Santa Cena 2023 cumplió a cabalidad su propósito primordial: recordar la muerte de Cristo en la cruz, un sacrificio de amor que fue decisivo para consumar la obra de redención.
La distancia física que separaba las sedes de la celebración de los lugares de origen de los fieles no fue impedimento para que éstos llegaran jubilosos a los sitios de la festividad, en el transcurso de la cual se impartieron diversos temas doctrinales que, gracias a las bondades del Internet, fueron escuchados en todos los países donde la Iglesia está presente.
Los participantes fueron convocados por el apóstol de Jesucristo, Naasón Joaquín García. A su llamado empezó una movilización de fe semejante a la que en el pasado bíblico realizaban las doce tribus de Israel hacia Jerusalén, para participar de la Pascua judía que conmemora la historia del éxodo de los israelitas del antiguo Egipto.
La diferencia es que las movilizaciones de este mes de mayo hacia las sedes festivas se realizaron con el propósito de cumplir el mandamiento dado por Jesucristo la noche que fue entregado: “Haced esto en memoria de mí”.
Debe señalarse que la reciente Santa Cena fue de recuerdos y remembranzas de la vida y obra de Jesucristo, pero también de vivencias. Ese día el Hijo de Dios fue recordado conforme a su mandamiento, pero su presencia espiritual se dejó sentir también durante la fiesta más solemne de La Luz del Mundo, impartiendo por su gracia todo género de bendiciones.
Y es que la Santa Cena, más que apuntar a lo histórico, es la fiesta del ahora, en donde no sólo se evocan los logros del indescriptible sufrimiento de Cristo, sino que se disfruta también de su comunión y de todos los beneficios espirituales que de ella emanan.
Al participar del pan y del vino bendecidos con autoridad apostólica, los integrantes del Cuerpo de Cristo lograron la unión perfecta con Dios, con Cristo y con su Apóstol, además de
renovar sus fuerzas y de proclamar su esperanza en la segunda y triunfal venida de Cristo a la tierra.
Tras haber participado de la Mesa del Señor, los miembros de la Iglesia permanecen perfectamente unidos en torno a los altos valores del Evangelio: amor, fe, paz, esperanza, fraternidad…
La Santa Cena consiste en comer y beber el pan y el vino bendecidos con autoridad apostólica, elementos que en el desarrollo de la solemnidad representan el cuerpo y la sangre de Cristo, y mediante los cuales se renueva el pacto con Dios, siendo determinantes en el fortalecimiento espiritual de quienes participan de ellos.
Twitter: @armayacastro