La necesidad de emigrar no siempre es por motivos económicos; a veces se emigra para ponerse a salvo de una o varias situaciones peligrosas. En cualquiera de los casos la migración pone en peligro la vida de las personas que buscan en otras naciones lo que no encontraron en sus países de origen.
TRIMESTRE MORTÍFERO
Por Armando Maya Castro
La necesidad de emigrar no siempre es por motivos económicos; a veces se emigra para ponerse a salvo de una o varias situaciones peligrosas. En cualquiera de los casos la migración pone en peligro la vida de las personas que buscan en otras naciones lo que no encontraron en sus países de origen.
Estos constantes desplazamientos se producen en varias regiones del mundo: en América, África y Oriente Próximo. En nuestro continente, las principales causas de la emigración son la pobreza, la inestabilidad política y social, la inseguridad y el creciente desempleo, problemas que se acrecientan por la corrupción imperante en varios países centroamericanos.
En la mayoría de los casos, los emigrantes latinoamericanos abandonan sus países de origen buscando en Estados Unidos el “sueño americano”, es decir, mejores condiciones de vida en materia económica, de salud, alimentación, seguridad, bienestar físico, etcétera.
A diferencia de lo que sucede en Latinoamérica, el éxodo de miles de sirios hacia Europa tiene como causas principales la guerra cruel e incesante, de la que se derivan problemas como la ansiedad, la desesperanza, la pobreza extrema, la escasez de ayuda humanitaria y el peligro que produce en las víctimas un sentimiento de inseguridad.
La gente huye de Siria en el afán de sobrevivir, esto debido a los conflictos y a la extrema pobreza que golpea a más del 80 % de los sirios. El siguiente dato lo dice todo: más de 11 millones de ellos dependen de la ayuda humanitaria, la cual está llegando a esa nación cada día menos.
Actualmente, lo que más se comenta en medios de comunicación y redes sociales son los desplazamientos que tienen lugar en Libia. La pobreza extrema, los abusos y la inseguridad alimentaria son factores que obligan a decenas de miles de libios a emigrar hacia Europa a través del Mediterráneo (“mar en medio de tierras”), una ruta altamente peligrosa, que de 2014 a la fecha ha registrado más de 20 mil muertes. Tan sólo en 2022, mil 417 migrantes desaparecieron en aguas mediterráneas tratando de llegar a algún país europeo.
El pasado 12 de abril, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) hizo público un dato por demás preocupante: en los primeros tres meses de 2023 perdieron la vida 441 migrantes en la ruta marítima del Mediterráneo Central. El citado organismo hizo un llamado a los países a dar respuesta urgente y efectiva al problema que se presenta en la mencionada ruta.
Ante la insensibilidad e indiferencia del gobierno y sociedad de algunos países europeos, que consideran a los refugiados como un problema, Antonio Vitorino, secretario general de la OIM señaló que “salvar vidas en el mar es una obligación legal de los Estados”. Y añadió con sobrada razón: “No hacerlo cuesta vidas”.
Como podemos ver, el problema es mayúsculo y va más allá del lamentable número de muertos y náufragos en el mar. En mi opinión, se requieren acciones conjuntas y urgentes de parte de la comunidad internacional para evitar que los migrantes y solicitantes de asilo caigan en poder de los grupos criminales que operan en Europa, principalmente aquellos que se dedican a la trata de personas.
Twitter: @armayacastro