El 29 de agosto pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador respondió en los siguientes términos las críticas de sus adversarios políticos al contenido sexual de los libros de texto gratuitos de la Secretaría de Educación Pública (SEP):
PASEMOS DE LA TOLERANCIA AL RESPETO
Por Armando Maya Castro
El 29 de agosto pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador respondió en los siguientes términos las críticas de sus adversarios políticos al contenido sexual de los libros de texto gratuitos de la Secretaría de Educación Pública (SEP):
“A mí no me gusta la palabra ‘tolerancia’, me gusta la palabra ‘respeto’, porque tolerar es: A ver, te voy a aguantar. No, no, es respetar, respetarnos todos…”.
Rescato las palabras de AMLO respecto a la diferencia entre tolerancia y respeto. Al margen del tema de los polémicos libros de texto gratuitos, coincido con las palabras del primer mandatario de la nación. Aunque añadiría que, en mi opinión, muchos de los problemas de violencia que produce la intolerancia se deben a que las leyes y los tratados internacionales siguen hablando de tolerancia en vez de respeto.
Aún así, algunas personas, grupos y organismos de derechos humanos continúan hablando de tolerancia bajo el siguiente significado: “respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”.
Para quienes piensan de esta manera, la tolerancia es una virtud que se debe procurar y cultivar, pretendiendo ignorar que como valor es inferior al respeto.
El escritor José María Seco, luego de afirmar que “tolerancia no es sinónimo de respeto”, explica en su libro “Por qué soy de izquierdas” (Almuzara, 2014), que “se toleran comportamientos, las acciones, etc. Respetar es algo más profundo. Respetar es empatizar, es arrostrarse en el rostro del otro, aunque sea de forma somera”.
Otra opinión importante sobre la diferencia entre tolerancia y respeto nos la proporciona el autor del libro “Personas compran personas” (Penguin Random House, 2017). En esta obra, Carlos Rosales afirma que “muchos de nuestros problemas se deben al uso erróneo del término “tolerancia” como un falso sinónimo de respeto a la opinión ajena. ¿Por qué? Porque cuando yo “te tolero”, ¿qué estoy diciendo? Estoy
diciendo “te aguanto”, “te soporto”, pero la solución no es tolerar, sino convivir, aceptar al otro con sus diferencias “.
La base del respeto es la aceptación del otro sin cuestionar lo que es, no necesariamente porque se tenga que aguantar algo que nos resulta desagradable, pero que se debe de soportar porque no queda de otra.
Cuando se aguanta al diferente porque no hay más que soportarlo, se corre el riesgo de repetir los excesos que se cometieron en el marco de las Guerras de Religión en la Edad Moderna, una etapa en la que se firmaron sin mucho éxito algunos edictos de tolerancia, entre ellos el Edicto de Nantes de 1598, pero ninguno de ellos logró establecer el respeto a la fe de los hugonotes.
¿Qué pasó con aquellos edictos? Fueron soslayados, revocados, calificados como malditos por algunas autoridades eclesiásticas del romanismo. De nada sirvió decretar la tolerancia si los católicos, que querían que su religión tuviera dominio pleno en Francia, no soportaban a los calvinistas en ningún sentido.
El 26 de mayo de 2017 escribí sobre el tema en el diario El Occidental: “En la lucha contra la discriminación se han incrementado tratados, acuerdos, documentos, manifiestos y demás textos políticos y jurídicos, en los que se señala a la tolerancia como un ideal a alcanzar por las naciones, los organismos nacionales e internacionales, las academias e incluso las organizaciones religiosas. No obstante el esfuerzo que se realiza para fomentarla, siguen presentándose todos los días atropellos a los derechos humanos y vacíos sociales altamente preocupantes.”
Esto cambiará hasta que los interesados en el respeto de los derechos humanos decidan realizar acciones orientadas a lograr el tránsito de la cultura de la tolerancia a la del respeto absoluto.